jueves, 12 de abril de 2012

El rito vivido

Cuando desde pequeños nos visten de nazareno quizás no somos capaces de valorar lo que supone de rito ese instante que la persona que tanto nos quiere nos envuelve entre las telas de la túnica que año tras año y generación tras generación han ido vistiendo nuestros mayores. Pero en ese rito del niño nervioso porque llega la hora de vestirse se encuentra una parte importante de la esencia de nuestra Semana Santa. La ciudad vive su Semana Santa como una repetición de ritos que parecen iguales pero que en el fondo cada año son distintos. La tradición es la ilusión por lo permanente.
Hay veces que los renglones torcidos de la vida nos traen el desgarro de no vestir alguna vez la túnica de nuestros sentimientos. Esa quizás sea la verdadera estación de penitencia, la de no poderse vestir y acompañar a las imágenes de nuestras devociones.
Sin embargo la vida siempre nos sorprende cuando menos lo esperamos, cuando parece que estamos ya derrumbados en el desaliento del desgarro y de repente, cumplas los años que cumplas, te sientes de nuevo niño porque alguien con mucho amor te mira a los ojos y con el ceremonial solemne que merece la ocasión se disponen a vestirte de nuevo de nazareno.
El rito vivido en la soledad de una habitación llena de recuerdos será sin duda la huella que nos volverá a marcar de por vida. Es como cuando vemos a alguien muerto y la fuerza de una descarga eléctrica hace que de nuevo su corazón empiece a latir.
Nos vestimos de nazareno por amor y con amor. Y cuando dejamos de vestir la túnica por dolor nuestro corazón parece ir languideciendo poco a poco. Hasta que el rito solemne provoca de nuevo la descarga y nuestro corazón comienza a latir. Volveremos a la vida según Sevilla en su semana mas santa y apasionada. Y de nuevo nos sentiremos niños nerviosos deseando que llegue la hora, y como niños buscaremos a través de los ojos del antifaz la mirada complice de quien desde la calle nos conoce aunque vayamos con cara tapada. Verá esa persona nuestra sonrisa y nuestra gratitud y seguramente a lo largo del camino serán más de uno los encuentros cómplices entre el nazareno envuelto en el pálpito de su túnica y el cirineo que discretamente le acompañará de cerca en otra forma de hacer la estación de penitencia. 
Rito vivido y rito sentido, pero sobre todo rito agradecido de quien por dolor se fue y por amor volvió a sentirse niño recordando tras un antifaz toda una vida de generación en generación acompañando a quien a punto de caerse del peso de la cruz aun se mantiene en pie aunque su espalda se curve como joroba. Si El cayó y se levantó tres veces, seguro que el rito de volver a vestir la túnica nos traerá la Esperanza de volver a sentirse vivo a pesar del dolor y gracias al amor.

1 comentario:

  1. Enhorabuena por el blog, me ha encantado, así que con permiso me he registrado como seguidor. Un fuerte abrazo desde el blog de la Tertulia Cofrade Cruz Arbórea.
    http://tertuliacofradecruzarborea.blogspot.com/

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